Hola familias,
En la tarea de motivar a nuestros hijos es fácil caer en la tentación
del superlativo educativo. Con la finalidad de fortalecer su autoestima
les llenamos de palabras y acciones superlativas: “Eres la más lista de
la clase”, “Eres el más guapo de la fiesta”, “Eres el mejor jugador del
equipo”, “Eres la más simpática de tus amigas”… No sólo les decimos
cosas como estas, sino que los superlativos los llevamos a la práctica,
tratando a nuestros hijos como si realmente fueran los mejores, por
ejemplo, dejándoles ganar en los juegos o en cualquier situación
cotidiana, desde acabar primero la sopa hasta llegar en primer lugar al
ascensor.
Convertimos su mundo en una competición continua en la que ellos
siempre han de salir victoriosos, porque les hacemos creer
constantemente que son especiales, que son los mejores. De ese modo,
pensamos, se fortalecerá su autoestima y estarán mejor preparados para
la vida. Pero lo que conseguimos es justamente lo contrario:
interiorizan la idea de que son superiores y eso no repercute
positivamente en su autoestima, sino en una suerte de egolatría o
narcisismo, actitudes que no preparan para la vida, sino que los dejan
inermes ante las dificultades.
Al narcisismo se llega a base de inflar la autoestima, de modo que el
ego ocupa más espacio del que le corresponde y acaba por estallar, como
un globo al que le metemos más aire del que puede soportar.
La preocupación por el aumento en la juventud occidental de los
niveles de narcisismo (creerse mejor que los demás), los cuales
contribuyen al aumento de problemas sociales como la violencia, ha
llevado a un grupo de investigadores, dirigido por Eddie Brummelman de
la Universidad de Amsterdam, a estudiar el origen del narcisismo en los
niños. El estudio ha sido publicado en la revista PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences) y se ha hecho eco en muchos medios.
El estudio muestra la primera evidencia longitudinal sobre los
orígenes del narcisismo en los niños. Se pusieron a prueba dos
hipótesis: la teoría psicoanalítica (el narcisismo se fragua por la
falta de afecto de los padres) y la teoría del aprendizaje social (el
caldo de cultivo del narcisismo estaría en la sobrevaloración de los
padres). Los resultados dieron la razón a la teoría del aprendizaje
social y contradijeron la teoría psicoanalítica, es decir, el narcisismo
juvenil fue ya predicho por la sobrevaloración en la niñez y no por
falta de calidez y afecto de los padres.
De modo que, según el estudio, los niños parecen adquirir rasgos
narcisistas en buena medida por lo que nosotros llamamos los
“superlativos educativos”, que los padres usan en demasía y que generan
en los hijos ideas del tipo: “Yo soy superior a los demás”, “Tengo
derecho a reclamar privilegios”, “Los otros deben atender mis
necesidades”…
Si el narcisismo es fruto de la hipótesis del aprendizaje social (la
sobrevaloración de los padres), la autoestima depende de la calidez y el
afecto de los padres, de ese apego natural que hace que los hijos se
sientan queridos y aceptados, sin necesidad de ese más y mejor, que
siempre es enemigo de lo bueno.
Recordemos que los grados del adjetivo son tres: positivo (listo),
comparativo (más listo que) y superlativo (el más listo). En educación,
los dos últimos resultan nefastos: nunca debemos comparar ni
sobrevalorar. Sólo el primero sirve para generar una equilibrada
autoestima en nuestros hijos.
Fuente: acprensa.com/familiaactual
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